Las experiencias místicas, si las hay, son tan íntimas que me parecería ofensivo comentarlas en público si las hubiera tenido, pero me permitiré apuntar una cosa: del Camino de Santiago sólo he hecho dos etapas, como mi hija mayor, saliendo desde Ponferrada. Era una forma de probar y probarnos, antes de intentar hacerlo completo, experiencia que aún tengo pendiente. Durante la primera hora de camino, seguía preocupado por el teléfono, un correo electrónico que me iban a mandar y qué tenía pendiente hacer cuando regresara a Málaga.
De repente, entre viñas de mencía, todo eso desapareció y todo se hizo camino. Camino, sol, sed, hambre, compañía, cansancio, risas. La sombra era fresca y bienvenida; la sed era pura, y el hambre hacia que una pera supiera a gloria. Niños, ancianos, familias, locales, extranjeros, todos era Camino.
Hicimos nuestras dos etapas y nos quedó el hambre de volver.
Son tantos los amigos y amigas que lo han hecho, que lo están haciendo y que lo harán, que consideré que Málaga, con su Farola, iluminaba los 942 kilómetros que unen Málaga con la Catedral de Santiago, por el -según me dicen - Camino Mozárabe, que cruza hacia Sevilla, y atraviesa la bella Extremadura por la Ruta de la Plata. es la camiseta que llevan Malena y Maria José, la de Javi, y nada me gustaría más que saber que otros malagueños se han sentido inspirados por ella y han recordado el Camino o han pensado ahora hacerlo. ¡Ultreia!